jueves, 12 de enero de 2012

DIARIO DE UNA RUBIA

Monumento a la Peseta, en Estepona (Málaga)


4 DE MARZO DE 2002 - LUNES

Está lloviendo. Como tengo otras obligaciones, además de oír, ver y contar —también pienso—, antes de la hora de entrada he revisado cuidadosamente los archivos de mis entelequias. Están bien. Vamos, bien... Como tiene que estar alguien con aposento prestado, que no sabe hasta cuándo le va a durar. ¡Ay, madre! ¿Cómo será mi fin y dónde iré a parar?

Con estos previos, no he tenido tiempo de acicalarme. Estoy hecha una guarra. Cualquiera que me vea pasará de mí. Si ya pasaron cuando estaba reluciente, ahora que tengo más mierda que un gallinero y más mellas que la dentadura de un viejo, para qué pensarlo. (…).

El primer cliente entra a las 8,32 exactamente. Se dirige a la mesa de un veterano, donde pone “Atenciones a Clientes”. (…). Éste sólo quiere una tarjeta de crédito. Dice que como casi nunca tiene dinero, y le han dicho que los reintegros que haga con Visa se los carga el banco después del día uno, pues que para esa fecha ya habrá cobrado, podrá devolverlo y quedar bien con todos. Así se irá arreglando, si no va al paro antes. El oficial le ha cogido la solicitud y todos los papeles necesarios, pero seguro que los jefes no autorizan el plástico; eso es sólo para los que tienen.

Aquí viene otro, a caja, directamente. Trae un cheque de 6.010 Euros, que quiere ingresar en su cuenta. Es un chico joven, unos 30 años. El cajero le advierte que la operación le costará un dinerito. Como casi todos, se ha cogido un rebote de mucho cuidado. Que no, que no lo ingresa. Se ha ido refunfuñando con el cheque. ¡Jo! Si que es verdad que los bancos cobran por todo, pero los clientes no quieren pagar por nada. Tampoco es eso, oye. No entienden que los servicios hay que pagarlos; estos hombres tienen que cobrar su nómina, sus extras, sus cosas... Qué borricos se ponen con que no, que no y que no pagan. ¡Hay que ver!

El director ha llegado a media mañana. Trae un traje nuevo y cara de pocos amigos. Se adivina, sin muchos remilgos, que en la reunión de la oficina principal no le ha ido muy bien. A este hombre siempre le pasa igual, ¡pobre! Ha llegado pálido. Menos mal que es buena persona y bien templado. Conocí a uno que, cuando algo le salía mal, daba patadas a las sillas y se ponía hasta rojo. Arremetía contra el primero que se le ponía por delante. Sin embargo, cuando recibía felicitaciones o premios en metálico, se callaba, no daba parte a nadie. Éste no es de esos, le gusta compartir; lo malo se lo traga solo. Y así le pasa, que hay días que tiene una mala cara... Ya le ha dado algún arrechucho, aunque él nunca se mete con los empleados.

Los empleados también aguantan lo suyo. No ganan para tanto.
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SI LEES ESTO, TE INVITO A JAMÓN